La zona
Cuenta la leyenda que, allá por el siglo XIII, un grupo de caminantes se vio sorprendido al ver que las aguas del Tormes traían una talla en madera de Cristo. Ayudados por los vecinos de El Barco la rescataron y decidieron levantar allí una ermita para su veneración. Cerca del año 1700 empezaron nuevas obras para reconstruir la vieja capilla medieval y, al cavar para cimentar, surgió el caño de agua fresca que podrás probar si te detienes un momento en tu paseo.
Desde aquellos tiempos remotos, la devoción de la población por su Cristo del Caño no ha dejado de aumentar y eso hace que, cada año, al llegar el primer fin de semana de septiembre, el pueblo se llene de gentes venidas de todos los lugares, a rendirle homenaje en una procesión en la que el intenso fervor religioso de las gentes marchando de noche sobre el Puente Viejo compone una imagen de una intensa y emotiva plasticidad.